Montañas bajo el mar
11/12/2020
El IEO ha participado y liderado multitud de proyectos nacionales e internacionales dedicados al estudio de las montañas submarinas desde un punto de vista multidisciplinar, principalmente en España pero también en lugares tan remotos como la Antártida
Cada 11 de diciembre, desde 2003, se celebra el Día Internacional de las Montañas, con el objetivo de poner en valor su importancia para los ecosistemas terrestres y la biodiversidad del planeta. Desde el Instituto Español de Oceanografía (IEO) nos sumamos a esta reivindicación, pero sin olvidarnos de las más desconocidas: las montañas submarinas.
Ocultas bajo el océano que nos rodea, se encuentran algunas de las montañas más singulares del paísla más moderna, la de mayor pendiente o algunas tan altas como el Mulhacén o el Aneto. Las hay de origen volcánico, tectónico o formadas por acumulaciones de materiales sedimentarios. Algunas fueron islas en algún momento de su historia y otras siempre se han mantenido sumergidas. Las hay cónicas y elongadas, las hay achatadas o con grandes pendientes... La variedad de tamaños y formas de las montañas submarinas es enorme, pero todas tienen en común que albergan una extraordinaria biodiversidad y generan en sus inmediaciones una gran productividad.
Las montañas submarinas suponen un obstáculo para las corrientes profundas que, al chocar, provocan el ascenso a superficie de agua cargada de nutrientes. Este efecto topográfico da lugar a afloramientos de fitoplacton y con ello a incrementos del zooplancton, que a su vez sirven de alimento a pequeños peces. En definitiva, aumentan la productividad de toda la cadena trófica, incluidas especies más grandes como atunes, tiburones, cetáceos, tortugas o aves marinas. Además, las corrientes y las pendientes abruptas de sus laderas exponen la roca -otrora cubierta de sedimento- y favorecen, junto al incremento de producción, la presencia de fauna como gorgonias, corales o esponjas, que aumentan la complejidad y diversidad de los fondos marinos, promoviendo las agregaciones de peces, crustáceos y otras especies.
La mejora en los sistemas de exploración geofísica y la disponibilidad de cartografías submarinas cada vez más precisas, junto a las mejoras en los sistemas de filmación a grandes profundidades, ha permitido en los últimos años estudiar con detalle las montañas submarinas, comprender los procesos que controlan su formación y evolución y conocer su biodiversidad de especies y hábitats. Además de su importancia ecológica, el estudio de las montañas submarinas es fundamental por su papel como reservorio de recursos minerales o por los riesgos geológicos que pueden implicar en relación a su actividad volcánica o debido a la generación de deslizamientos en sus flancos, capaces incluso de provocar tsunamis.
En aguas españolas hay unas 150 montañas submarinas que superan los 100 metros de altura. Su lejanía de la costa en muchos casos y, especialmente, su profundidad ha hecho que hasta hace muy poco fuesen unas completas desconocidas y que no se hayan comenzado a estudiar en detalle hasta las últimas dos décadas. El IEO ha participado y liderado multitud de proyectos nacionales e internacionales dedicados al estudio de las montañas submarinas desde un punto de vista multidisciplinar, principalmente en España pero también en lugares tan remotos como la Antártida.
“Este enfoque ha sido posible abordarlo desde el IEO gracias a nuestro equipo de expertos en todos los ámbitos de las ciencias marinas y al equipamiento disponible, que nos ha permitido estudiar sus hábitats, realizar cartografías de altísima resolución, evaluar los riesgos geológicos asociados o evaluar la vulnerabilidad de sus ecosistemas, entre otros asuntos”, explica María Gómez, jefa del Área de Medio Marino y Protección Ambiental del IEO.
Pese al avance en los últimos años en su exploración, muchas montañas submarinas nunca han sido filmadas y la información sobre sus fondos es muy escasa. Éstas son algunas de las más singulares y mejor estudiadas hasta la fecha en España:
El Cachucho, la primera montaña submarina protegida del país
A unos 65 kilómetros de la costa asturiana de Ribadesella se encuentra la montaña submarina de El Cachucho, conocida en la comunidad científica como Banco Le Danois, que se eleva bruscamente desde casi 5.000 metros de profundidad hasta los 425 de su cumbre. La cara norte de El Cachucho configura una de las mayores pendientes del planeta. Los pescadores asturianos conocen esta montaña desde hace décadas, que recibe este nombre por la gran presencia en sus fondos de la palometa roja (Berix splendens) o cachucho. Pero no fue hasta 2002 cuando, liderado por científicos del IEO, comenzó a estudiarse en detalle esta montaña mediante aproximaciones multidisciplinares. Se describieron sus características geomorfológicas, su dinámica oceanográfica y se realizó un exhaustivo estudio de especies y hábitats por lo que se convirtió en la primera área marina protegida en España en el contexto de la Red Natura 2000 y la Comisión OSPAR. El techo del banco se caracteriza por presentar numerosos afloramientos rocosos que, junto a la elevada productividad asociada a los efectos topográficos de esta montaña, facilita el asentamiento de especies bentónicas de gran porte, muchas de ellas contempladas en diversas normativas de protección.
“En esta montaña submarina destacan como valores ambientales los bosques de gorgonias y las agregaciones de esponjas de profundidad”, explica Francisco Sánchez, investigador del IEO y responsable de los estudios en El Cachucho que han permitido su protección. Estos trabajos sirvieron para que el equipo ECOMARG, compuesto por geólogos, físicos y biólogos del IEO, recibiera el Premio Fundación BBVA a las Actuaciones en Conservación de la Biodiversidad en España en 2009. Además, la novedosa metodología aplicada en El Cachucho ha servido -y lo sigue haciendo- para el estudio y declaración de nuevas áreas marinas protegidas por todo el espacio marino nacional.
Banco de Galicia, confluencia de diversas corrientes
A 180 kilómetros de la costa gallega, fruto de las fuerzas tectónicas que dieron lugar a la apertura del océano Atlántico, una enorme montaña se yergue más de 3.000 metros sobre los fondos abisales. Esta montaña, aislada geográficamente, recibe la influencia de diversas regiones y masas de agua, tanto meridional como septentrional. Aguas procedentes de las islas macaronésicas, la plataforma atlántica europea, los bancos del Atlántico noroeste e, incluso, el Mediterráneo confluyen en el Banco de Galicia generando una gran disparidad de ambientes extraordinarios sobre sus laderas. Corales de profundidad, gorgonias o tiburones se cobijan en sus fondos; mientras que túnidos, tortugas, cetáceos o aves marinas son frecuentemente avistadas en su superficie.
“El banco se encuentra lejos de costa, aislado en mitad del Atlántico, lo que lo convierte en una zona muy importante para la dispersión larvaria de muchas especies que hacen un ‘alto en el camino’ en su trayectoria” explica Alberto Serrano, investigador del IEO y principal responsable de los estudios llevados a cabo en el Banco de Galicia. Gracias a tres campañas oceanográficas lideradas por el IEO en el marco del proyecto INDEMARES se han podido identificar ocho tipos de hábitat y casi 800 especies, de las cuales 20 resultaron ser nuevas para la ciencia. Desde 2015 forma parte de la Red Natura 2000 como Lugar de Interés Comunitario (LIC) y como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA).
Emile Baudot: volcanes en Baleares
Esta montaña submarina, de origen volcánico, se eleva 600 metros sobre los fondos abisales entre las islas de Ibiza y Mallorca. Su cima, que se encuentra a tan solo 86 metros de profundidad, pudo haber estado emergida durante la última era glacial, cuando el nivel del mar descendió en el Mediterráneo algo más de 100 metros respecto al actual. Sus laderas son abruptas, especialmente la oriental, con abundantes afloramientos rocosos colonizados por corales de profundidad. En su cumbre predominan los fondos de maërl, formados por algas rojas calcáreas, probablemente los más profundos del Mediterráneo occidental. Además, en los fondos sedimentarios se han cartografiado numerosos conos volcánicos y campos de pockmarks -depresiones relacionadas con emisiones de fluidos-. Destaca también la gran diversidad y abundancia de esponjas. En el marco del proyecto INTEMARES, entre 2018 y 2020, el IEO ha realizado cuatro campañas de investigación en esta montaña y en sus vecinas Ausias March y Ses Olives, que están permitiendo mejorar el conocimiento científico de sus hábitats y especies para su inclusión en la Red Natura 2000 marina.
"Emile Baudot, que en Mallorca conocemos como Es Fort des Francès, es una rareza volcánica en el promontorio balear, predominantemente carbonatado, de alto valor geológico y ecológico", destaca Enric Massutí, investigador del IEO y responsable de los estudios del proyecto INTEMARES en las montañas submarinas de Baleares.
La Herradura, un oasis por descubrir
Solo en el Mar de Alborán se han contabilizado al menos 35 montañas submarinas de origen volcánico o tectónico, pero todas ellas relacionadas con la convergencia de las placas africana y euroasiática. Su morfología y estructura interna se viene estudiando en detalle desde 1990. Desde entonces, científicos del IEO han participado y liderado numerosos proyectos nacionales e internacionales para conocer el origen y evolución de estos montes y los riesgos geológicos que suponen, especialmente en cuanto a su posible implicación en la generación de tsunamis. Sin embargo, se sabe muy poco de la ecología y biodiversidad de la mayoría de ellos. Solo se han filmado tres de estos montes en una única ocasión, entre ellos La Herradura, una montaña de 600 metros de altura frente a las costas de Málaga, que posee una riqueza extraordinaria en sus fondos aún pendiente de estudiar en detalle. En este mar destaca también la Dorsal de Alborán, una gran elevación alargada de más de 200 kilómetros de longitud y 1600 metros de desnivel donde se encuentra enclavada la pequeña isla de Alborán. El próximo año está prevista una expedición liderada por el IEO en el marco del programa de seguimiento de las Estrategias Marinas españolas, cuyo objetivo es mejorar el conocimiento de los hábitats y fauna del mar de Alborán y tomar muestras e imágenes submarinas en La Herradura y otras montañas.
“Los montes del mar de Alborán destacan por su relación con la actividad tectónica”, explica Juan-Tomás Vázquez, geólogo del IEO y gran conocedor de la zona. “La Herradura, por ejemplo, está afectada por una falla reciente que provoca la inestabilidad de sus laderas, lo que puede convertirse en focos de generación de tsunamis en éste y otros montes de Alborán”, apunta el científico.
Seco de los Olivos: esponjas carnívoras y corales de aguas frías
También en el mar de Alborán, pero muy cerca de la costa de Almería, se encuentra esta montaña submarina que posiblemente sea la más estudiada de la zona. El Seco de los Olivos es un guyot -una elevación de origen volcánico achatada en su cima por el efecto de la erosión durante millones de años-. Su situación geográfica hace que esta montaña esté influenciada por aguas mediterráneas y atlánticas, lo que la hace especialmente biodiversa. Aquí se descubrió la primera esponja carnívora de España y se han descrito más de 600 especies, 45 de ellas protegidas. El Seco de los Olivos está incluido en la Red Natura desde 2015 gracias al trabajo conjunto del IEO y Oceana en el marco del proyecto INDEMARES. Se han documentado agregaciones impresionantes de esponjas, arrecifes de corales, jardines de gorgonias, coralígeno, bosques de corales bambú, paredes cubiertas por ostras gigantes y campos de plumas de mar que dan cobijo a infinidad de especies marinas que encuentran en estos hábitats el espacio idóneo en el que asentarse, alimentarse, reproducirse o refugiarse. Estos hábitats tridimensionales y vulnerables se distribuyen por toda la montaña, ocupando tanto fondos rocosos como arenosos y detríticos.
“La cima de esta montaña se encuentra en la zona fótica, donde penetra la luz, y su base llega hasta el océano profundo, lo que permite que se desarrollen tanto comunidades que incluyen algas en la cumbre como comunidades típicas de las oscuridades profundas. Esta característica está reservada solo para un pequeño conjunto de todos los montes submarinos conocidos”, destaca Ana de la Torriente, investigadora del IEO que lleva años estudiando las comunidades de esta montaña submarina.
Gazul, volcanes de fango y gas
Este pequeño volcán de fango, por sus dimensiones, no puede considerarse una montaña submarina, sin embargo alberga tanta biodiversidad o más que sus hermanas mayores. Gazul mide apenas 500 metros de diámetro y 100 de altura y está situado a unos 40 kilómetros de la ciudad de Cádiz. Los depósitos de sedimentos acumulados en el golfo de Cádiz durante millones de años y las fuerzas tectónicas que lenta y constantemente los van presionando y deformando, producen el ascenso y expulsión de fluidos cargados de gas metano y materiales arcillosos desde el subsuelo hacia la superficie y la formación de elevaciones conocidas como volcanes de fango. En las aguas españolas del golfo de Cádiz se han cartografiado y estudiado cerca de una veintena de estas pequeñas montañas, que se elevan entre 40 y 300 metros sobre el fondo. Pese a su tamaño, estas elevaciones producen efectos topográficos similares a los de las más grandes, favoreciendo una mayor disponibilidad de alimento para las especies que habitan sus fondos. Pero además, los fluidos que emanan los volcanes de fango hace que estén habitados por una fauna muy particular: especies quimiosintéticas que viven de las emisiones de gases gracias a su asociación con bacterias capaces de transformar el metano en alimento. Las reacciones químicas que llevan a cabo estas bacterias transforman el fango en rocas carbonatadas que, con el tiempo, son colonizadas por especies como corales, gorgonias o esponjas. Estos complejos procesos hacen de los volcanes de fango lugares de una extraordinaria biodiversidad. El IEO lleva estudiando estos volcanes desde 2002. Han cartografiado y estudiado su origen, han definido más de 10 hábitats diferentes e identificado más de 850 especies -algunas de ellas nuevas para la ciencia-, lo que ha servido para proteger estos volcanes en la Red Natura 2000 marina.
"Las montañas, montículos y determinados volcanes de fango tanto del golfo de Cádiz como del mar de Alborán tienen un importante papel, no solo en la biodiversidad local, sino también en la conectividad de especies y hábitats profundos presentes en el Mediterráneo Occidental y el Atlántico Norte", apunta José Luis Rueda, investigador del IEO experto en el estudio de ecosistemas profundos.
Banco de la Concepción, refugio del megalodón
A 75 kilómetros al noroeste de Lanzarote un edificio circular se alza desde un fondo de más de 2600 metros de profundidad hasta los 150 metros. En otro tiempo fue refugio de sirénidos como el manatí y un lugar privilegiado para que el tiburón más grande que jamás ha existido, el famoso megalodón, encontrase alimento. Hoy por hoy, su ubicación y morfología, que supone un obstáculo para la corriente de Canarias y favorece las turbulencias y remolinos, convierten a esta montaña submarina en un oasis de biodiversidad: sus aguas están repletas de cetáceos, tortugas, aves o túnidos; y sus fondos de corales, gorgonias o esponjas. En el marco de INDEMARES, el IEO realizó cinco campañas oceanográficas entre 2010 y 2012 que supusieron el primer estudio detallado de esta montaña submarina y permitió identificar y catalogar más de 500 especies diferentes, muchas de carácter vulnerable. Al sur de Fuerteventura, con una morfología muy similar al Banco de Concepción e igualmente protegida por la Red Natura 2000, encontramos la montaña submarina de Amanay.
"Estas montañas submarinas, con morfología en meseta y con su cumbre a menos de 200 metros bajo el nivel del mar, en algún momento de su historia fueron islas emergidas y hoy son islas de biodiversidad en mitad de un desierto submarino abisal", explica Pablo Martín-Sosa, investigador del IEO y responsable del estudio de estas montañas en el marco de INDEMARES.
Tagoro, la montaña más joven de España
El 10 de octubre de 2011 comenzó la última erupción volcánica en Canarias, en el flanco de un pequeño barranco submarino al sur de la isla de El Hierro. 14 días después, en plena erupción, científicos del IEO localizaban el foco y cartografiaban por primera vez el incipiente volcán submarino. Desde entonces, los investigadores han realizado 27 campañas oceanográficas que han permitido no solo conocer al detalle el nacimiento y evolución de Tagoro, sino también las impresionantes perturbaciones físico-químicas y biológicas causadas por la emisión de su magma al medio marino. Precisamente estos días se está llevando a cabo una nueva expedición que, además de continuar con el seguimiento de la actividad hidrotermal en Tagoro, servirá para conocer otras montañas submarinas canarias. La erupción tuvo lugar al sur de la isla, en una de las reservas marinas con mayor riqueza ecológica y biodiversidad de Europa.
“Aunque en un primer momento el volcán supuso la aniquilación de la mayoría de la flora y fauna de la reserva, el propio volcán ha sido responsable de fertilizar las aguas para que, a día de hoy, la zona sea aún más productiva si cabe, que antes de la erupción submarina”, apunta Eugenio Fraile, investigador del IEO y responsable de del proyecto Vulcana que está permitiendo la monitorización de Tagoro.
Echo: entre el Teide y el Mulhacén
La montaña submarina más alta de España es a su vez una de las más desconocidas. De origen volcánico, se localiza en el talud continental a unos 350 kilómetros al suroeste de la isla canaria de El Hierro. Su base se encuentra entre 3.400 y 3.800 metros de profundidad y su cima plana alcanza de media unos 350 metros, lo que le confiere una altura cercana a los 3.500 metros, superior al Mulhacén o al Aneto.
"Desde su base se vería casi como el Teide, pero alcanzar su cima sería bastante más complicado por sus inestables y escarpadas laderas, ya que hemos cartografiado multitud de deslizamientos en esta montaña submarina", explica Desirée Palomino, geóloga marina del IEO. En el año 2011 el IEO lideró una campaña para conocer la morfología de detalle de este monte, así como de otros situados en las proximidades (The Paps, Tropic, Ico y Drago, estos últimos bautizados precisamente en esta campaña) en el marco de los estudios para la extensión de la plataforma continental al oeste de Canarias. La información de sus fondos es muy escasa pero se han identificado costras polimetálicas y especies de alto interés para la conservación como agregaciones de esponjas y corales.